Katherine Allen es una abogada de 37 que vive en la ciudad estadounidense de San Franciso. Como es habitual para mucha gente, Katherine pide un coche privado para trasladarse de un lugar a otro. Pero lo que no es tan habitual, y deja a todos los turistas boquiabiertos, es que su vehículo no tiene conductor.
Desde 2021, esta abogada lleva probando voluntariamente los taxis autónomos de Waymo, que forman parte de Alphabet, la matriz de Google.
"Siempre me he sentido más segura en estos coches que en los conducidos por humanos. Lo cual es un podo extraño, creo, porque creo que la sensación de falta de seguridad viene por el hecho de no tener a un humano allí, de tener comunicación directa con alguien. Pero sin embargo, ha sido capaz de conducir dentro del límite de velocidad todo el tiempo. Es muy precavido, a veces demasiado. Por lo general, he visto que da un montón de espacio a los ciclistas", explica Allen.
En San Francisco operan vehículos de las empresas Waymo y Cruise, esta última propiedad de General Motors, y estos pueden operar por toda la ciudad menos por la autopista. Aquellos que lo han probado aseguran que las ventajas superan con gran diferencia los pequeños defectos que estos coches robóticos puedan tener.
"Ha sido increíble. Volvería a hacerlo en cualquier momento, me gusta. Es muy tranquilo. No hay parloteo. No hay emisoras de radio raras, ni la música que le gusta escuchar al conductor...", confiesa Isaac Smith usuario de Cruise.
Estos coches no rompen las normas de seguridad, no se enfadan y encima, te dejan escoger la música que desees para disfrutar el viaje, pero estos no están libres de críticas. Los grupos ecologistas aseguran que perpetuan la dinamica de los viajes privados y las personas con discapacidad que no cumplen con las necesidades de todos. Por lo tanto, aunque la evolución de estos coches vaya sobre ruedas, aún les queda un largo camino hasta llegar al final de su destino.