La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera ha alcanzado un nuevo récord histórico. Los científicos, además, advierten de que el incremento está siendo cada vez más rápido y los niveles seguirán aumentando en los próximos años.
El dióxido de carbono (CO2), el más importante de estos compuestos, alcanzó las 407,8 partes por millón de valor mundial máximo el año pasado, según el informe que ha publicado este lunes la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El pico máximo se produjo en la primavera de 2018 en el hemisferio norte, aunque, previsiblemente, seguirá superándose año tras año.
La cifra es la más elevada desde que existen mediciones y, según estiman los expertos, equivale a la concentración de CO2 que se dio en la Tierra hace entre tres y cinco millones de años, un dato que se obtiene al analizar las burbujas de aire que quedan atrapadas en el hielo.
«En ese entonces, la temperatura era de 2 a 3 grados centígrados más cálida y el nivel del mar, entre 10 y 20 metros superior al actual», indica el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.
Además, «hay una diferencia fundamental», advierte Emilio Cuevas, director del Observatorio Atmosférico de Izaña (AEMET), uno de los puntos desde los que se miden las concentraciones de gases. «Esas variaciones que había antes se producían de forma natural a lo largo de miles de millones de años, pero los cambios que estamos viendo ahora mismo se están produciendo en décadas».
El nuevo récord es, en cualquier caso, más preocupante que sorprendente, ya que se debe «a una falta de toma de decisiones en cuanto a reducción de emisiones», explica Cuevas. De hecho, los científicos dan por hecho que en la primavera de 2020 volverá a batirse una nueva marca, de la que dará cuenta el informe del año que viene. «Rozará las 410 partes por millón», avanza este investigador.
La previsión de que el problema seguirá agudizándose en los próximos años está vinculada a la falta de compromiso de las naciones que más gases lanzan a la atmósfera. «Sólo algunos países en Europa occidental están haciendo la labor necesaria. Los grandes emisores de gases, especialmente EEUU y China, no están haciendo nada», lamenta Cuevas.
Este investigador pone el acento, además, en una preocupante tendencia negativa: «Año tras año, se va acelerando el proceso. No sólo aumenta la concentración, sino que cada vez lo hace a mayor velocidad».
¿La solución? «Cero emisiones», resume Cuevas. «De lo que emitimos, la mitad se queda en la atmósfera y la otra mitad la absorben los bosques y los océanos. Es decir, para estabilizar los niveles de gases de efecto invernadero se debería emitir cero a nivel mundial», detalla.
«España y Europa occidental están emitiendo en menor porcentaje que hace 10 años y eso es encomiable, pero no es suficiente desde el punto de vista científico», añade Cuevas.
Junto al incremento récord de CO2, que ha alcanzado el 147% del nivel de la era preindustrial, la OMM ha detectado que los niveles de metano y óxido nitroso, también gases de efecto invernadero, se han disparado. El metano ha llegado al 259% de su nivel preindustrial y el óxido nitroso, el 123%.
Sin embargo, las concentraciones atmosféricas de estos dos gases están aún lejos de ser tan alarmantes como las de CO2, cuya contribución al cambio climático tendrá «efectos cada vez más graves» para las generaciones futuras, según advierte la OMM. «No hay indicios de que se vaya a dar una desaceleración, y mucho menos una disminución a pesar de todos los compromisos asumidos en virtud del Acuerdo de París», señala Taalas.
«Tenemos que plasmar los compromisos en acción y aumentar el nivel de ambición en aras del bienestar futuro de la humanidad», concluye el secretario general de la OMM, en clara referencia a los compromisos que negociarán las naciones, a partir del 2 de diciembre, en la Cumbre del Clima de Madrid.