La avalancha de desechos químicos y plásticos creados por el hombre en todo el mundo ha excedido enormemente los límites seguros para la humanidad o el planeta, concluye un equipo internacional de 14 científicos que han evaluado, por primera vez, el impacto en la estabilidad del sistema terrestre del cóctel de productos químicos sintéticos y otras "entidades nuevas" que inundan nuestro medio ambiente.
Sobran las pruebas
Se estima que hay 350.000 productos químicos fabricados diferentes en el mercado y grandes volúmenes de ellos terminan en el medio ambiente; incluyen plásticos, pesticidas, productos químicos industriales, productos químicos en productos de consumo, antibióticos y otros productos farmacéuticos. Se trata de entidades completamente nuevas, creadas por el hombre con efectos en gran parte desconocidos en el sistema de la Tierra.
“Ha habido un aumento de 50 veces en la producción de productos químicos desde 1950. Se prevé que esto se triplique nuevamente para 2050”, aclara Patricia Villarubia-Gómez del Centro de Resiliencia de Estocolmo y coautora del estudio que recoge la revista Environmental Science and Technology.
La humanidad ha superado un límite planetario relacionado con los contaminantes ambientales, incluidos los plásticos. Y hemos de hacer algo. Los esfuerzos para reciclar han aumentado sustancialmente en las últimas décadas, eso es cierto, pero lamentablemente, no logran resolver el problema.
“La velocidad a la que aparecen estos contaminantes en el medio ambiente supera con creces la capacidad de los gobiernos para evaluar los riesgos globales y regionales, y mucho menos controlar cualquier problema potencial”, comenta Bethanie Carney Almroth de la Universidad de Gotemburgo y coautora del trabajo.
Es posible que tengamos que preguntarnos:
¿Existe un límite para la cantidad de desechos que podemos arrojar por la garganta de nuestro planeta?
No, pero debería haberlo. La Tierra está sofocada por el plástico y otras sustancias y, por lo tanto, existe una necesidad urgente de poner topes o límites a la producción, concluyeron los científicos.
En 2009, un equipo internacional de investigadores identificó nueve límites planetarios que marcan una salud estable del planeta desde los albores de la civilización. Estos límites incluyen las emisiones de gases de efecto invernadero, la capa de ozono, los bosques, el agua dulce y la biodiversidad. En 2015 se habían rebasado cuatro de los nueve límites. Las entidades novedosas permanecían sin cuantificar. Hasta ahora.
Los productos químicos y los plásticos están afectando a la biodiversidad, acumulando estrés adicional en los ecosistemas ya de por sí, bastante alterados. Los pesticidas y los plásticos son los peores enemigos de la vida en el planeta. Los pesticidas matan indiscriminadamente a los organismos vivos y los plásticos son ingeridos por los seres vivos. “Algunos químicos están interfiriendo con los sistemas hormonales, interrumpiendo el crecimiento, el metabolismo y la reproducción en la vida silvestre”, explica Carney. Es un ciclo de destrucción que no trae nada bueno a nada ni nadie de los que vivimos en este planeta.
Y el reciclaje no es suficiente. Menos del 10% del plástico del mundo se recicla actualmente, mientras que la producción de estos materiales se ha duplicado a 367 millones de toneladas desde 2000 y los plásticos contienen más de 10.000 productos químicos distintos. Se nos ha ido de las manos. La masa total de plásticos en el planeta ahora es más del doble de la masa de todos los mamíferos vivos, y aproximadamente el 80% de todos los plásticos producidos permanecen en el medio ambiente.
“Necesitamos trabajar para implementar un límite fijo en la producción y liberación de sustancias químicas”, dice Carney Almroth. “Y cambiar a una economía circular es realmente importante. Eso significa cambiar los materiales y productos para que puedan reutilizarse y no desperdiciarse, diseñar productos químicos y productos para reciclar, y una mejor evaluación de los productos químicos por su seguridad y sostenibilidad a lo largo de toda su ruta de impacto en el sistema de la Tierra”, añade Sarah Cornell del Centro de Resiliencia de Estocolmo y coautora del estudio.