Los abrazos, tan presentes y necesarios en nuestra vida. Esos que son espontáneos, intensos, sinceros y que demuestran el cariño que sientes hacia la otra persona. Esta muestra de afecto desencadena una serie de estímulos que nos benefician tanto a nivel físico como psicológico. Pero, por supuesto, nos referimos a aquellos que son reales, no los que damos por cortesía o costumbre.
La importancia del abrazo es tal que, cuando somos bebés, ser abrazados y acariciados es necesario para un correcto crecimiento. «Aquellos bebés que apenas tuvieron contacto físico pueden mostrar diversas carencias tanto físicas como emocionales en su desarrollo».
Y es que cuando nos abrazamos – explica Nashma Brou, psicóloga especialista en amor, felicidad y neurociencia – se produce una liberación de hormonas que provoca en nosotros una sensación placentera y de bienestar.
«Con los abrazos disminuye el cortisol y con ello el estrés, mejorando también el sistema inmune». Además señala que otros estudios confirman que se liberan dopamina y endorfinas que ayudan a aliviar el dolor y a mejorar el estado de ánimo.
Beneficios de los abrazos
En los abrazos se libera oxitocina, una hormona ligada al desarrollo de los lazos sociales. Por tanto, cuando nos abrazamos se incrementa el vínculo afectivo y emocional con otras personas. «En el caso de la educación familiar es fundamental, pues ayudan a mejorar la autoestima y la gestión emocional de los hijos».
El tiempo mínimo que debe durar un abrazo para obtener estos beneficios de lo que hemos hablado es de 20 segundos, aunque todo depende del emisor, del receptor, del momento, de la causa, etc. Y es que el motivo de esta muestra de afecto puede ser de consuelo, alegría o reencuentros. Pero, en definitiva, lo importante es abrazar hasta que uno se sienta relajado.